Fotografía / Lia Valero
Video / Felipe Alarcón
Ilustración y diseño / Maria José Porras
Trabajo comunitario / José López
En Colombia, cerca del 70% de la energía proviene de fuentes hídricas. La zona de mayor producción de este recurso es el Oriente antioqueño, debido a la cantidad de agua que contiene este territorio. Para producir la energía, se han construído seis embalses y cinco centrales hidroeléctricas que como resultado han dividido los ríos en dos: lo que queda antes y después del muro.
Un río fragmentado impacta su caudal, los ecosistemas y la forma en que los habitantes se relacionan con el agua. El río que antes daba vida en varias ocasiones se transforma en un lugar inmovil.
Esta es la historia del Río Samaná Norte, ubicado en el municipio de San Carlos, Antioquía, el único cuerpo de agua del Oriente antioqueño que aún no ha sido intervenido con centrales hidroeléctricas. A este río sus habitantes le llaman El Patrón y representa su economía, su movilidad, su alimento y su conexión con el territorio.
Puerto Garza, San Carlos
Antioquia, Colombia
6º12’23’’N 74º45’19’’W
La historia del municipio de San Carlos, Antioquia está marcada por una dualidad entre riqueza y desgracia: decenas de quebradas y ríos usados para producir casi el 30% de la energía del país y una dolorosa memoria de desplazamientos forzados, masacres y pérdida de identidad.
Desde la década de los 60, San Carlos fue el lugar escogido para un proyecto modernizador impulsado por el Estado y las élites regionales, con la construcción de hidroeléctricas y embalses. Esta idea de desarrollo también atrajo la presencia de guerrillas y grupos paramilitares, quienes vieron una oportunidad para controlar territorios estratégicos en el país. Y en consecuencia, también se reforzó la presencia militar que sumó mayores tensiones.
Con el comienzo de estos proyectos energéticos, varios habitantes vendieron sus predios a precios bajos y tuvieron que desplazarse. Una década después, con el surgimiento del Movimiento y Paro Cívico que protestaba contra el alza en los servicios públicos y exigían a las empresas hidroeléctricas cumplir con mejores condiciones de vida para la población, empezó una guerra en la que varios de sus líderes fueron asesinados por grupos paramilitares y guerrilleros.
La intensificación del conflicto armado desde finales de los 90 dejó el desplazamiento masivo de más de 17 mil personas, según el Centro Nacional de Memoria Histórica y un registro imborrable de masacres, desapariciones, reclutamientos ilícitos y asesinatos selectivos contra la población. Por eso, en la memoria de los habitantes de este territorio, el desarrollo económico ha estado directamente vinculado a la violencia.
Hasta la actualidad, San Carlos ha sido un ejemplo en Colombia de resistencia y lucha por justicia, reparación y no repetición de los hechos de la guerra y un ejemplo en la reconstrucción de la memoria y la confianza entre sus habitantes.
Lideresas como Pastora Mira, son ejemplo de esa resistencia. A sus seis años su padre fue asesinado por los conservadores, su primer esposo fue asesinado por razones políticas, su tercera hija Sandra Paola fue desaparecida por grupos paramilitares y su cuerpo solo fue hallado después de siete años de incansable búsqueda. Cuatro años después asesinaron a su primer hijo. A pesar de tanta guerra, Pastora ha trabajado desde hace más de 20 años con las familias de las víctimas de San Carlos, Antioquia.
La naturaleza ha sido testigo de la historia de este territorio. Así como las condiciones del medio y la unión de diversos minerales definen cada roca, los acontecimientos del periodo violento en el oriente antioqueño moldean el presente de lo que hoy es San Carlos. Por ende, entender este contexto facilita la lectura de la relación comunidad-territorio, una que se ha forjado desde el dominio y juego de poderes por parte de guerrillas, grupos paramilitares, fuerza pública y la resistencia de los habitantes.
Algunos le dan denominación de corregimiento, otros de caserío. Lo cierto es que Puerto Garza está ubicado geo estratégicamente en una zona dónde abunda el agua y por eso es atractivo a la vista de los proyectos hidroeléctricos que buscan intervenir el Río Samaná Norte, cuyo cauce corre a pocos metros de la calle principal. En este pueblo de apenas una iglesia, un colegio y dos calles habitan aproximadamente 320 personas: 130 en el caserío y 190 en veredas aledañas. La mayoría de sus habitantes dependen del río para vivir y desarrollar su economía, con la pesca, la minería y la agricultura.
En Puerto Garza bautizaron al río como El Patrón. Cuando aumenta y sube su caudal, se sabe que no es buen día para la pesca. El río manda y marca la dinámica de vida. Es fuente de trabajo y de alimentación; espacio de encuentro y de movilidad; hábitat de especies y de memoria del territorio.
El Patrón tiene aún el privilegio de no estar intervenido. Sus habitantes dicen que es el último río que “queda libre”. Desde el 2009 se ha intentado consolidar Porvenir II, un proyecto hidroeléctrico de la empresa Celsia que para algunos representa progreso. De avanzar con la construcción, Porvenir II utilizaría la fuerza del Río Samaná, uno de los más vírgenes del departamento de Antioquia, para inundar cerca de 975 hectáreas y construir un embalse y un muro de 140 metros. Por ahora, este plan se encuentra suspendido.
Distintos líderes y lideresas, activistas y ambientalistas se han opuesto al proyecto, con temor de que la represa acabe con la biodiversidad que rodea al río y de que las familias que habitan la tierra necesaria para la construcción sean re victimizadas y vivan un segundo desplazamiento.
Explorar Puerto Garza es encontrarse con la unión entre la naturaleza y una comunidad que convive con ella y la resguarda. Esto convierte al caserío en un territorio sostenible y abundante, un paraíso escondido entre las montañas del Oriente antioqueño. El caos, el ruido y el movimiento provenientes de la selva de la montaña y el cauce imponente hacen parte del ambiente que allí se gesta a diario y son evidencia de la diversidad de especies que habitan en la espesura verde y azul del territorio.
Un día comienza y termina con el sonido del río de fondo. Se escuchan los monos aulladores pasar a las 5:00 am por los cables de electricidad de la calle central, los mosquitos atacan silenciosamente, las mariposas de colores brillantes son un espectáculo breve que obliga a mirar y las aves decoran el paisaje con su aparición momentánea en el cielo, en una rama o en una roca. Basta con ver la Gallina morada o “Chiracol”, como le han denominado quienes la han visto, un pájaro con plumaje que va desde el morado, el azul, el turquesa y el verde hasta llegar al rojo y el amarillo. En cuanto a anfibios la variedad de peces en época de subienda permite distinguir hasta dieciséis variedades, según Fredy, un pescador que desde los 10 años aprendió el oficio.
Esta diversidad de especies responde al territorio virgen que se ha preservado en el tiempo, en un principio por tribus indígenas como los Pantágoras, quienes defendían su territorio de los colonizadores, aprovechando los enigmas de la selva que solo ellos conocían. Muy adelante en el tiempo esa tarea de conservación surgió como efecto secundario del control territorial que ejercían los grupos armados en la región, impidiendo que empresas y proyectos hidroeléctricos grandes intervinieran el río, uno de los seis afluentes principales que tiene el municipio de Antioquia. Ahora es tarea de sus habitantes, quienes toman del territorio únicamente lo necesario para vivir y quienes en colectivo han establecido reglas heredables que mantienen el orden y permiten que la vida y la biodiversidad sigan sucediendo.
Habitar un territorio implica la dominación de sus recursos, a pequeña o gran escala. En esa medida la creación de dinámicas culturales responde a una adaptación con el medio. Como cuenta Doña Milena, habitante y fundadora de Puerto Garza, primero fueron las carreteras y después las casas, después de que a sus 19 años se casara con Don Ramón, decidieron buscar suerte en las tierras del Oriente Antioqueño, no paso mucho tiempo antes de que más familias y personas se unieran a este proyecto que prometía una vida apacible y completa, gracias al recurso inagotable que ofrecía el río. En sus ochenta años de vida Doña Milena recuerda con nostalgia la vida junto a su esposo y “las nubes de garzas” que antes hacían parte del paisaje en Puerto Garza.
A finales de los 90, con la incursión de grupos armados y la búsqueda de oportunidades laborales varios habitantes se fueron temporalmente del caserío y con ellos la posibilidad de pasar de generación en generación los conocimientos y prácticas tradicionales. A pesar de ello ciertas prácticas se mantuvieron, entre ellas la pesca sostenible –en la que no se cazan hembras o peces pequeños – la minería artesanal, la prohibición de dragas y el cultivo de maíz y cacao a escalas prudentes que no implican la destrucción del bosque. Estas formas de producir crearon una economía sostenible, enmarcada en los límites de la naturaleza. En ella todos conocen su lugar y responden a lo que el territorio les dicta.
Una de las implicaciones y discursos a favor de la intervención de proyectos industriales a gran escala en Puerto Garza es la “mejora” de los procesos sociales y ambientales, que vienen como efecto secundario a la privatización del territorio y del agua. Procesos que según académicos y empresarios le darían al caserío el impulso que requiere para progresar. Sin embargo, desde un principio los habitantes de Puerto Garza han sabido leer la montaña y el río, y saben de qué forma manejar los recursos, bajo una lógica de preservación para las próximas generaciones.
La vida en San Carlos ha cambiado desde la llegada de las hidroeléctricas. Pese a que los proyectos prometen progreso, puestos de trabajo para los habitantes y estrategias para promover la conservación del territorio, son varias las razones para evitar que se construya. Entre ellas la inundación de más de mil hectáreas y la construcción de una pared de cemento de 140 metros, que cambiaría el cauce del río y según los habitantes de puerto Garza bloquearía el paso del bocachico en época de subienda. A su vez, la inundación pondría en peligro una de las plantas endémicas reconocidas en el territorio. En cuanto al factor social, Porvenir II implicaría un nuevo desplazamiento para familias que en el pasado fueron víctimas de violencia y han retornado con reticencia a sus tierras, así como el entorpecimiento de procesos de restitución de tierras que faltan por resolver en el territorio. De verse materializado este proyecto hidroeléctrico que promete 352 megavatios de energía, sería ignoradas las voces de quienes se preocupan por su territorio y en algún momento esperan que este recurso aún sea fértil para futuras generaciones.
Las personas que habitan el territorio saben por experiencia –por los proyectos hidroeléctricos del pasado siglo– cuáles serían las implicaciones de una hidroeléctrica más en San Carlos y cuán profunda sería la fragmentación en el tejido de su identidad. Aún así, en Puerto Garza, frente a la construcción del proyecto Porvenir II las opiniones están divididas y hay quienes ven en las hidroeléctricas una posibilidad de crecimiento.
Lia es periodista y fotógrafa independiente. Durante 8 años ha documentado temas de derechos humanos, género, memoria y conflicto en Bogotá y varias regiones de Colombia. Desde 2013 hace parte de Chicas Poderosas y su trabajo ha sido publicado en medios nacionales e internacionales como Mutante.org, Rutas del Conflicto, De Correspondent, VICE, entre otros. En 2020 fue becaria del Google News Initiative en el Instituto Poynter (US) y ganadora del Premio Nacional de Periodismo Mujeres, Paz y Seguridad. Actualmente es becaria de Native Agency y se encuentra desarrollando proyectos sobre medio ambiente y coberturas con enfoque de género.
José es artista plástico de profesión nacido en el municipio de San Carlos, Antioquia. Tiene experiencia de más de 20 años en la elaboración de murales artísticos, elaboración de muñecos en espuma a gran formato para espectáculos callejeros, teatro. Es fundador del colectivo artístico “San Carlos memoria de sueños y esperanzas”, director del Encuentro Internacional de Muralismo por la paz “Memoria a todo color” y gestor cultural de procesos artísticos orientados a la recuperación de la memoria histórica del municipio como estrategia para la transformación de imaginarios del conflicto armado y para la no repetición.
Fotógrafo y artista visual radicado en el oriente antioqueño. Su trabajo principal ha sido desarrollado en la ciudad de Medellín enfocado en la cultura popular y el trabajo informal. Actualmente trabaja en procesos de reparación simbólica con víctimas del conflicto armado.
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⬤ Area de Paz, desarrollo y Reconciliación. (2010) Oriente Antioqueño: Análisis de conflictividad. Colombia: Impresol ediciones.
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Capra, F. (2018). El Tao de la física. España: Editorial Sirio.
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⬤ Sumar voces en defensa del río Samaná [Artículo de internet]. (03 de Diciembre de 2018). n/a. Recuperado de: https://elcolectivocomunicacion.com/2018/12/03/sumar-voces-en-defensa-del-rio-samana/
“Los componentes de la materia y los fenómenos básicos que la envuelven están todos interconectados e interrelacionados y son interdependientes, que no pueden entenderse como entidades aisladas, sino como partes integrantes del todo”
(Capra, 2018)